El ministro de Hacienda saliente le ha dicho al entrante que no es necesario presentar una nueva reforma tributaria porque ellos entregan una finanzas públicas saneadas, y añade “a menos que el nuevo ministro requiera recursos para atender gastos coyunturales o nuevo programas y promesas”.
Está equivocado el ministro saliente por tres razones: primero, porque es demasiado optimista en sus proyecciones de la situación fiscal; segundo porque está dejando la olla raspada y sin recursos para atender los gastos actuales y tercero, porque pretende que un nuevo gobierno haga lo mismo que el actual -inclusive menos- y que no pueda hacer gastos adicionales.
Es cierto que ha habido una mejoría de las finanzas públicas, pero no es suficiente y sigue siendo necesaria la reforma. Así lo afirman voces tan independientes del nuevo gobierno como ANIF, que ha dicho: “Los supuestos de reducción del gasto y del comportamiento de los ingresos totales del GNC son, cuando menos, optimistas y dejan a un lado las fallas estructurales de nuestro actual sistema tributario para generar ingresos permanentes y suficientes para atender las necesidades de gasto. En otras palabras, aún con este escenario ANIF reafirma su posición de procurar, con urgencia, la discusión e implementación de una reforma tributaria seria y estructural que ataque de fondo los problemas del sistema impositivo del país”.
Ejemplos de ese optimismo son suponer que en el 2023 no va a aumentar el pago de intereses por la deuda pública, a pesar del aumento del saldo de la deuda y de la subida de las tasas nacionales e internacionales, o que en ese año el recaudo tributario va a aumentar 20% después de hacerlo 25% en 2022.
Segundo, el gobierno saliente no está dejando apropiados recursos suficientes para mantener el nivel actual del gasto público. Así lo afirma Fedesarrollo: “Es necesaria una reforma tributaria, no solo por cuestiones de recaudo, sino también porque el régimen actual tiene demasiadas limitaciones. La reforma deberá no solo compensar el recaudo que se pierde por el desmonte próximo de algunos impuestos, sino también porque se necesitan mayores recursos para mantener el nivel actual de gasto público”.
Casos típicos de pasar el hueco al nuevo gobierno son los programas sociales y el subsidio a los combustibles. El primero porque programas como el de Ingreso Solidario o PAEF no tienen asignados recursos para el próximo año. Por eso en el Plan Financiero del 2023 hay una reducción de $9 billones en los gastos de inversión.
El segundo, porque el subsidio a los combustibles genera este año un déficit de cerca de $30 billones, y este gobierno solo va a pagar $8 billones, dejándole el saldito al nuevo ministro.
Además de estas razones, desde hace años se viene reclamando una reforma que solucione los problemas estructurales del sistema tributario colombiano. Por todo ello el ministro Ocampo no debe hacer caso al consejo de su antecesor sino impulsar la necesaria reforma tributaria estructural.
*Economista.
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