Pertenezco, como millones de colombianos, a la generación de la violencia, hemos estado marcados por hechos violentos y horrendos de diferentes orígenes, lo cual no ha permitido que el país alcance una convivencia como comunidad civilizada. En el rincón de la memoria tengo tatuado aquella lejana mañana de mayo cuando siendo aún muy niño, personas de mi pueblo se agolparon en la tienda de mi padres para escuchar en el “radio de tubos y ojo mágico”, las noticias sobre la caída de la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla; la efigie de bronce del dictador rodó por el suelo al grito unísono de “Cayó la dictadura, el dictador se va”. Yo no entendía que pasaba, solo que las personas se abrazaban y gritaban con júbilo como lo hacemos hoy en día cuando se celebra un gol de la selección Colombia de fútbol.
La dictadura se instauró como una salida para el cese de la violencia partidista, sin embargo la medicina resultó peor que la enfermedad, ya que la violencia continuó y se establecieron restricciones de libertades y derechos fundamentales, ante lo cual la protesta no se hizo esperar, siendo el movimiento estudiantil de la época el gran sacrificado al producirse el 8 y 9 de junio de 1954, la matanza de estudiantes en predios universitarios y en el centro de Bogotá, lo cual se puede considerar como el inicio de acciones para la caída de la dictadura.
En las décadas de los sesenta y setenta aparecen movimientos guerrilleros socialistas de diferentes tendencias (FARC, ELN, EPL, EME 19) y algunos otros como disidencias de los anteriores. Y de otro lado surge el paramilitarismo, con aliados en diferentes sectores: políticos, económicos y militares. Para poner fin a la lucha armada, varios presidentes de la república, de acuerdo al momento histórico abocaron procesos de paz, algunos con éxitos parciales y fracasos. Al hacer hoy un balance de ellos, cada uno ha contribuido para llegar a las negociaciones de La Habana, que deben conllevar al fin del conflicto armado con las FARC; sin embargo la verdadera paz tendrá que construirse con la participación de todos los colombianos, incluyendo los que promueven la autodenominada “resistencia civil”, donde las acciones deben orientarse fundamentalmente a combatir la corrupción, lograr una educación de calidad y una justicia ágil y oportuna. Los de la generación de la violencia no podemos ser egoístas, tenemos la obligación moral de pasar la página de dolor, muertes, masacres, desplazamientos, dando oportunidad para que en este siglo XXI, con mentalidad abierta y tolerancia, tengamos un país con mejores condiciones de vida para todos.
*Ing. Industrial, Consultor Empresarial
Jconrado51@yahoo.com
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